poetas

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lunes, 5 de mayo de 2014

P

Desde el momento en que de conocí supe que eras el chico de mis sueños.
Suponiendo que te conozco.
Y claro, luego de saber de ti. Mis sueños eran demasiado pequeños y tú, con tu menos de metro ochenta, demasiado grande.
Mis expetativas no llegaban hasta tal calibre hasta que me propuse descubrir a qué sabían tus labios.
Y en ciertas situaciones llegaron a preguntarme "¿quien es él?"
Y yo solo respondía "mi chico, y aunque no sea mio, es el que quiero"
Suponiendo que tus ojos son el cielo y los míos la tierra.
Y que lo único que los separa es la línea delgada del horizonte.
Nos embriagaría solo para pasar contigo la resaca.
Y que tus besos sean el acohol que nos ahogue.
-en tal caso, desahogue-
Ojalá pudiera decirte que tengo un plan, pero la verdad estoy muy lejos de eso.
Y cuando llegué a tenerlo, terminé adicta. A ti.
A tu voz.
Al simple hecho de que existas.
Y de que seas mio en alguna parte de mi absurdo razonamiento.
Mío.
De la manera más egoísta posible.
Porque creeme, no permitiría que nadie más vea mis ojos.
Quiero decir.
Los tuyos.
Que en algún mundo me pertenecen.
Finalizo aclarando que podría escribir para ti hasta que se me acabe el idioma.
Y deba inventarme adjetivos para seguir describiendote.
En fin.
Sigo quedando entre puntos suspensivos

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